Monday, December 13, 2010

Selected psychologist files (1)

Paciente número 3214, Juan Sallent

Sesión 1 (Grabación 12.341, 7 de marzo)
"Hoy he puesto más de 9.000 tornillos. Sí, hoy he recordado el día que el novio de mi madre se murió. Era una mañana gris, fría, de mediados de febrero. Mi madre y su novio salieron a dar un paseo a media tarde, mientras yo me quedaba en casa merendando y haciendo los deberes. Cuando acabé los deberes encendí la tele, y me puse a ver 'El hombre invisible'. Ya recuerdo poco de aquella serie, pero recuerdo que había un reloj de pulsera metálico, y creo que tenía relación con la invisibilidad del protagonisa, pero no estoy seguro."

(Se queda pensando unos segundos. No lo interrumpo.)

"Sí, algo había con el reloj, pero no lo recuerdo. Al acabar la serie se acabó la programación infantil, así que apagué la tele y me puse a mirar por la ventana, y fue entonces cuando los vi. Mamá y Angel iban a cruzar la calle justo enfrente de nuestro portal cuando un autobús pasó delante de ellos a mucha velocidad. No les pasó nada, solo estaban empezando a cruzar, pero se asustaron, y yo también. Cuando el trafico disminuyó al cerrar el semáforo del principio de la calle, mi madre comenzó a caminar, y Ángel se desplomó... un infarto. Fue instantáneo, fulminante."

"Hoy, al llegar a casa después de trabajar, a eso de las cuatro y media, encendí la tele, pero no estaban poniendo 'El hombre invisible', así que apague y me metí en cama hasta las ocho, que me he levantado para venir aquí."


Sesión 2 (Grabación 12.396, 23 de marzo)

"Me han cambiado de puesto, hoy he insertado casi 13.000 tapones de conductos de cables. Y, después de la ilusión inicial que me hizo mi cambio de puesto, he recordado el día que Marina me dijo que no quería tener nada conmigo. Todavía la veo sentada en el pasillo del instituto, en la planta baja, al fondo del enorme pasillo. Estábamos en primero efe, algo así como los desheredados, o sea, repetidores, estudiantes de ética, de francés y todo tipo de combinaciones raras de asignaturas extrañas. Marina era muy guapa. Siempre iba sola, y era una de las pocas chicas que me saludaban. Bueno, no solo me saludaba, era la única que de vez en cuando se acercaba a mi para preguntarme que tal me iba. Yo siemrpe le hablaba de mis estudios, y, nunga llegué a saberlo con certeza, pero creo que a ella no le importaba lo más mínimo."

(Le pregunto si estaba enamorado de ella.)

"Sí, fue la primera chica por la que me sentí atraído. El curso fue pasando, y de las miradas iniciales fui pasando a hablarle yo a ella de vez en cuando, intentando acercarme un poco. Cada día que le hablaba y me contestaba yo pensaba en ello toda la semana, o, por lo menos, hasta la siguiente vez que la veía. Me hacía sentir bien, era como un pequeño objetivo a conseguir cada día, era lo que hacía que ir a clase tuviese algo bueno cada día."

(Le pregunto sobre cómo acabó la historia con Marina, y comienza a llorar, así que me quedo callado esperando su reacción, y al cabo de un par de minutos prosigue.)

"Hacia finales de curso, un día, tras varios intentos fallidos por falta de valor o de miedo al ridículo o a no saber como comportarme, me decidí a preguntárselo, así que cuando la ví sentada sola en el banco que teníamos delante del aula de primero efe, me acerqué tímidamente, me senté a su lado y le pregunté: '¿quieres salir conmigo?'. Se puso roja, muy roja e incómoda, y no tardó mucho en responder que prefería que siguieramos así."

(Vuelve a llorar y le digo si quiere que hablemos de otra cosa, pero me dice que no.)

"Años después conseguí entender que para ella 'seguir así' debía significar algo muy similar a 'saludarnos y poco más'. Hoy, el encargado, cuando volvió por mi nuevo puesto a media mañana, me mandó a casa al verme llorar en medio de la cadena."

Sesión 3 (Grabación 12.420, 11 de abril)
"Anteayer me cambiaron de puesto otra vez. Ayer no me fue muy bien, pero hoy he colocado 400 gomas protectoras de cristales, y me he entristecido al recordar el entierro de mi madre. Siempre asociamos los momentos tristes con el mal tiempo, y creo que esto es algo que empezamos a interiorizar desde pequeños, y cualquier situación que no se produzca con estos parámetros acaba por confundirnos y debilitarnos. Por lo menos es lo que a mi me pasa. Mi madre se murió en agosto, en plena ola de calor. No fui capaz de llorar. Para mí el verano es símbolo de buen tiempo, y de alegría. Para mí la muerte siempre está asociada a una pérdida, y al dolor. Aquel 19 de agosto fui el chico más triste de la tierra, y no sólo porque perdiese a mi madre, sino porque no fui capaz sentirlo como algo negativo, como algo muy triste en mi vida. Vivíamos cerca de la playa, y acompañar al cortejo fúnebre entre bañistas es algo muy dificil de asumir, porque no eres capaz de concentrarte en tu dolor, no consigues aislarte de las cosas que rodean ese día negro."

(Lo dejo continuar porque creo que con Juan es lo que mejor funciona, aunque se quede en silencio durante unos segundos o varios minutos.)

"Ya no tengo muchos recuerdos más de aquel día, el paso del tiempo ha elimininado los detalles de las cosas que ocurrieron, y solo me quedé con el vacío que me dejó mi madre, y la necesidad de llorarla periódicamente para cubrir con lágrimas nuevas el hueco que dejaron las que aquel día no conseguí explusar fuera de mí. Hoy he vuelto a llorar por mi madre. Hoy e tenido que volver aquí."

Mensaje de contestador (24 de mayo)
El paciente no ha vuelto. Sólo ha dejado un mensaje en el contestador que queda registrado como grabación 12.621.

"Hola, soy Juan Sallent. Ya no necesito volver, creo que estoy curado. El lunes pasado me cambiaron nuevamente de puesto, me sacaron de la cadena de montaje y ahora estoy en almacén. Me paso el día leyendo etiquetas y chequeando en un listado. Gracias por todo."

Monday, November 8, 2010

Parallel lifes. Sample 1.

"Bar Handilla", un nombre tan original como hortera para un bar de barrio en el que se puede encontrar clientes de todas las edades. Desde pandillas de quinceañeros hasta viejos que van a ver el partido del Madrid que no pueden ver en casa porque sus mujeres están hartas de aguantarlos todo el día deambulando por la cocina.

Dodo, "el doctor dolor" como le llamaban sus colegas, estaba sentado en la mesa de la esquina al lado de la cristalera que daba a la calle, con una caña a medio tomar, envuelto en una nube de humo. Fumaba sin parar, y más de dos cajetillas diarias mantenían su ansiedad a ralla. Tenía la cara muy marcada, por peleas, por la vida al aire libre o por el sufirmiento contenido, y llamaba la atención su aspecto desordenado con ropas no muy sucias, pero bastante gastadas. Era un hombre de la calle.

Alejandro entró en el Handilla, con sus vaqueros Caramelo y su camiseta de Gaultier. Desde luego que llamaba la atención, y él lo sentía así. En realidad atraía las miradas en el Handilla, pero, con aquella indumentaria, pasaría completamente desapercibido en pleno barrio de Salamanca.

Alejandro entró en el bar, se paró en el vano de la puerta principal y observó a la izquierda y la derecha buscando a su viejo amigo. Dodo, ni atendía a lo que pasaba por la puerta, ni se preocupaba por lo que pasaba a su alrededor en general.

Alejandro pudo identificar a Dodo en medio de una humareda originada por el tabaco que su amigo estaba fumando, o, a juzgar por la densidad del humo, un cigarrillo hecho a mano conteniendo algún opiáceo o algún derivado del cannabis. Para Alejandro no había duda, a pesar de que todo el bar olía a marihuana, lo que Dodo fumaba era claramente un peta de hachís.

Hacía muchos años que no se veían. Después de haber sido los terremotos del barrio durante los años de la ESO, Dodo y Alejandro se volvían a encontrar en el que durante toda aquella época de supuesta madurez y gamberradas había sido su punto de encuentro.

Por qué un gay de ciudad y un yonqui de barrio se buscaban era algo dificil de explicar. Sólo ellos sabían la razón, y eran ellos los que se buscaban después de tantos años para saber del otro, para recordar los viejos tiempos y, segurmente, para olvidar los nuevos.

Alejandro, Ali para Dodo, caminó hacia la nube de humo y se sentó justo en frente de su amigo. Dodo, que no esperaba a Ali por aquellos lares, apunto estuvo de tirarle la caña a la cara a aquel desconocido por haberse sentado a su mesa sin permiso.

-¡Hostias tú! ¡El Ali! -exclamó Dodo alzando la voz para asegurarse de que lo oyesen en todo el bar.

Los clientes del bar, que no habían dejado de observar a Ali esperando la respuesta de Dodo, se giraron y volvieron a sus conversaciones.

Ali y Dodo se dieron las manos, y se las apretaron mutuamente, como símbolo de nostalgia, como expresión de un recuerdo que ninguno de ellos quería olvidar, como representación de una fuerza que ambos querían mostrar como viva en su interior. Después de demostrarse lo mucho que se echaban de menos, y, especialmente, que ninguno se olvidaba del otro, empezaron a hablar de los recuerdos, de las trastadas y de las gamberradas. Hablaron de las cosas que rompieron, de las que robaron, del primer cigarrillo, de la primera moto, del primer dia que cogieron un coche sin carné, de las tetas de sus compañeras de clase, de la primera borrachera... e incluso de la última que vivieron juntos.

Después de un rato entre carcajadas y cervezas la cosa se puso un poco más seria, y empezaron a contarse lo que fue de sus vidas después de aquella última borrachera, aquel día en que se vieron por última vez, aquel día en que Ali dejó el barrio para irse a estudiar económicas a Madrid.

-Mira Ali, la vida es muy jodida. Yo... y tú me conoces bien, siempre he sido un tío legal, pero esta puta mierda de vida me ha ido llevando por el camino de la pasta hasta que me ha mandado al arroyo.

-¿Pero tan mal estás? -preguntó Ali sorprendido.

-Pues mira, la caña que me estaba tomando cuando tu llegaste me la ha pagado aquel -dijo señalando a un joven de la barra-, y estas otras dos me las pagarás tu. Yo no tengo un puto duro para un triste peta.

-Vaya, siento oir eso Dodo, ¿qué te ha pasado? Cuando te dejé tu ya manejabas pasta, trabajabas en la charcutería y eras tú el que pagaba las cañas... y todo lo demás, claro. Y ahora...

-Pues mira -agregó Dodo-, cuando tú te fuiste no tenía con quien fumarme los petas, y empecé a fumarmelos yo solo, hasta que me echaron de la charcutería aquellos hijos de puta. Total, por fumar en horario de trabajo... ¡Hijos de puta! Después de eso volví a pasarlas putas, porque tuve que empezar a pedirle pasta a la vieja, como cuando éramos chavales, ¿te acuerdas? Entonces, un día, más colgado que qué, me dijo el Chupis que me pasaba algo de hachís si vendía un poco. ¡Hostia tu! ¡Nunca tuve tanto hachís en la mano!

Dodo se emocionaba y alzaba la voz mientras contaba aquel breve resumen de su vida.

-Conseguí venderlo sin fumarmelo todo, y me pude colocar gratis, sin gastar un duro, así que el Chupis estaba contento y me pasó más mierda para vender, pero esta vez me daba una parte. Así, ganaba pasta y fumaba gratis. Como el hachís daba poco beneficio le compre coca al Chupis, saqué una pasta, me metí mis primeras rayas y cada vez ganaba más pasta.

Ali estaba desconcertado, no esperaba que la vida de su viejo amigo hubiese llegado tan abajo.

-El problema vino cuando la pasta que ganaba pasando coca no me llegaba para lo mío, y empecé a quedarme una parte de lo que me pasaba el Chupis, hasta que se enteró y me corrió a hostias. A partir de aquí a tomar por culo todo. Todo el puto día con el mono, robando por donde puedo para poder meterme algo. Acabo chupando hostias por todas partes, sin curro y hecho una mierda. Ya ves, una puta mierda de vida.

-Joder Dodo, si que la has cagado. ¿Pero cómo pudiste meterte en esa espiral? ¿No veías que no te llevaba a ninguna lado? -respondió Ali.

-¡Hostia, el universitario! ¡Nos ha jodido! Pues claro, pero ¿que iba a hacer?

Ambos se quedaron callados, ninguno de los dos tenía respuesta para aquella pregunta.

-¿Y tu? ¿Tú qué, Ali?

-Pues mira como ya sabes, me fui para estudiar económicas... y bien. Acabé y entré de becario en una consultora, que es lo mismo que decir "nada". Desde ahí me coloqué de broker junior en una SVB...

-¡Joder Ali! ¡Cómo hablas! Y pensar que nos sentabamos juntos en clase...-interrumpió Dodo.

-Ya -continuó Ali-. Me dedicaba a recomendar inversiones a clientes de la empresa, y me fue bien, Así que me ascendieron, y me empezaron a pagar un sueldo variable en función de los contratos que firmase. A partir de aquí es donde empecé a vivir de puta madre, y una vez  me compré el coche que quería, empecé a invertir en bolsa parte de mi sueldo. "Si mis recomendaciones son buenas para mis clientes también serán buenas para mí", pensé. El caso es que seguí invirtiendo, y, finalmente, la bolsa cayó, y como me dedicaba a invertir en derivados...

-¿Derivados? -preguntó Dodo.

-Sí -respondió Ali-, es como las acciones pero cuando ganas, ganas mucho más, y cuando pierdes... puedes llegar a perderlo todo.

-Ah, como el bingo... -dijo Dodo a la vez que soltaba una gran carcajada sin ser consciente de que Ali no estaba nada contento contando aquella historia.

-No, más bien como el casino, es casi como un todo o nada. El caso es que a medida que la bolsa bajaba yo metía más pasta porque pensaba que ya no podía bajar más. Total, me quedé con una mano delante y otra detrás. Me mandaron a la puta calle y aquí...

-Y aquí estás, como yo.

Saturday, November 6, 2010

El evento, la multitud, el escenario.... Las Fans

A medida que se acerecaba al recinto su ritmo cardíaco se aceleraba, su nerviosismo se adueñaba de su comportamiento, y lo exteriorizaba cerrando y abriendo los puños con fuerza. Cuando se encontró a pocos metros de la entrada se dio cuenta de que ya se había formado una cola de un tamaño importante. Unas ochenta o cien personas estaban ya esperando a la apertura de puertas para poder entrar y coger un buen sitio lo más cerca posible del escenario.

Ana tenía catorce años recién cumplidos, y era la primera vez que iba sola a un evento. Estaba pues doblemente emocionada. Para ella todo era nuevo. El control policial, el recinto cerrado, las colas en cada una de las puertas o la inmensidad de aquel escenario eran algunas de las cosas que atraían la atención de Ana.

Se puso de última en la cola y en menos de dos minutos un pequeño grupo de cuatro personas se situó justo detrás de ella. Esto hizo que se sintiese parte de un colectivo que estaba allí para ver algo grande. Ana, una persona muy reflexiva, sintió que un aire de madurez salía de sus pulmones al verse a sí misma como una persona completamente autónoma que, sin la acostumbrada supervisión de sus padres, iba a asistir a su primer gran evento al aire libre.

Eva sin embargo tuvo que quedarse en casa. A pesar de vivir a menos de trescientos metros del recinto sus padres pensaron que tanta gente junta podría ser algo peligroso para una niña de casi trece años.

Días atrás, cuando Eva les dijo a sus padres que quería ir al evento éstos tuvieron que decirle que no. Su relación familiar siempre había sido excelente. Eva era una niña muy responsable, educada en los buenos valores familiares, con unas notas conservadoras que a veces podían ser vistas incluso como rallando en los limites de la intolerancia, pero, eso sí, siempre dentro del respeto.

Eva, hija única, y su familia, siempre iban juntos a todas partes, pero esta vez sus padres prefirieron no asistir al evento y Eva, siempre respetuosa con las instituciones familiares, no dijo nada en contra. No fue siquiera capaz de pedir a sus padres que la dejasen ir sola. Ante la posibilidad de una negativa, o más aún, ante la posibiliad de que se generase un mini-cisma familiar, Eva prefirió quedarse en casa.

Ana esperó un par de horas antes de acceder al recinto. Estaba agotada, pero la emoción hacía que no fuese capaz de percibir ningún sentimiento de aburrimiento o cansancio.

Al mismo tiempo Eva leía en casa, esperando la hora del comienzo. Después de varios días conteniendo su rabia por no haber podido hablar con sus padres, se disponía a ver el evento por televisión.

Finalmente el acto comenzó y Benedicto XVI entró en el escenario por la parte izquierda, visiblemente impactado por la cálida bienvenida. El vello de Ana se erizó con la emoción a la vez que una lágrima escapó del ojo derecho de Eva.

Monday, September 13, 2010

Los poderes Cotidianos

Estos últimos meses he estado siguiendo Héroes, una serie de televisión. El argumento gira en torno a unas personas que tienen unos poderes especiales que, por extraños que pudieran parecer, en realidad tienen que ver con la genética y la teoría de la evolución, y no con la ciencia-ficción. Los personajes de la serie creen que deben utilizar sus poderes para salvar al mundo ("salva a la animadora y salvarás al mundo" suelen decir los personajes).

Ayer, mientras veía un capitulo de la segunda temporada mi mente voló fuera de la pantalla hacia le mundo real, pero llevándose consigo el argumento de la serie. Así fue como empecé a buscar a los héroes que me rodean, a buscar los héroes que giran alrededor de mi vida. Son héroes que utilizan lo que yo llamo los poderes Cotidianos, con C mayúscula, que, como su propio nombre indica, no guardan relación alguna con asuntos genéticos o evolutivos.

Mis héroes no se hacen invisibles, mis héroes no vuelan ni pueden viajar en el tiempo o en el espacio. Mis héroes son los que me rodean, son las personas que forman mi mundo del día a día con sus poderes Cotidianos.

Si pienso en un madre o en un padre, en su trabajo con la educación de sus hijos, me doy cuenta de lo difícil, casi milagroso a veces, que es educar un hijo. Es algo que requiere mano izquierda, mano derecha, cariño, saber transmitir, saber entender a tu hijo, comprender sus problemas... Es un poder especial, no lo tiene mucha gente, a pesar del elevado número de padres y madres que hay.

Hay un poder que, a pesar de parecer muy común porque todos lo tenemos, pocos saben usarlo debidamente. Es el poder de tener amigos. Tener un amigo es algo especial, requiere esfuerzo, entrega y, especialmente, confianza. Es fácil tener un "grupo de amigos", lo difícil es tener el poder de retenrelos como amigos, y no dejar que pierdan la categoría en favor de la de "conocidos". Entregarse, escuchar, hablar y confiar en un amigo es algo que se tarda en conseguir y que dificilmente se mantiene a lo largo del tiempo.

Los poderes especiales a los que me refiero tienen que ver, fundamentalmente, con los sentimientos, y no con las habilidades. Y si hay un poder que guarda una relación directa con los sentimientos ese es el poder de amar. Es un poder fácil de entender, difícil de alcanzar.

Si yo pudiera elegir, me gustaría tener el poder de Peter Petrelli (personaje de la serie). Peter tiene el poder de copiar el poder que tienen todos lo que le rodean. Creo que es el mejor poder que se puede desear. Es un poder que representa la capacidad de relacionarse con los demás, de aprender a vivir con los demás gracias a los demás.

Amar, confiar, entregarse, sufrir, son poderes especiales, son poderes Cotidianos. De todas formas, después de reflexionar sobre todo esto, he llegado a la conclusión de siempre: pensarESinutil.

My loving diary...

Día 32
Todavia recuerdo cada uno de los insignificantes detalles de aquel primer dia. Todavia tengo frescas en mi mente las sensaciones que viví el día en que, como sin haberlo pensado, como si alguien lo hubiese decido por mi, comencé a trabajar.

Fue como un visto y no visto, fue una especie de flash instantaneo, un momento de gran intensidad, una milesima de brillo infinito y luego... y luego... y luego solo me quedó la idea de dedicar mis esfuerzos a hacer mi trabajo lo mejor posible, a ser la mejor de mi grupo, en definitiva, a brillar con la mayor intensidad de que fuese capaz.


Día 36
Los días pasan, es una cuestión de tiempo. Sí, cuanto mas lejos me quedan aquellos emocionantes primeros días menos entusiasmada me siento cada día con el hecho de empezar el turno, con la idea de que esto es para siempre, o, por lo menos, para mucho tiempo.

Es ya invierno, y las noches son cada vez más largas, empiezan antes y terminan más tarde, y con ellas el turno se hace cada vez más difícil de soportar. Cuando empiezo estoy fresca, me siento animada, pero a medida que va pasando la noche me voy sintiendo cada vez más cansada. Y no es sólo un agotamiento físico, estoy hablando del cansancio mental causado por tener que estar activa durante tanto tiempo.

La verdad es que cuando empecé con esto pensé que iba a aguantar más, pero con el paso de las semanas me doy cuenta de que este trabajo no está hecho para mí, o de que yo no estoy hecha para este trabajo. el resultado es el mismo al fin y al cabo. No sé, quizá si trabajase en otra parte de la ciudad podría estar mejor, algo menos cansino, más llevadero, no tan repetitivo como esto, no lo sé, pero el caso es que aquí, en estas avenidas que por las noches se quedan completamente vacías me siento fuera de lugar. Además, me siento sola. Aunque tenga compañeras cerca, tengo miedo de que algún desaprensivo me haga daño.

He estado dándole vueltas a cómo me siento y a la posibilidad de conseguir un cambio en mi vida, y creo que pensar acerca de estas cosas me frustra todavía más. Poco antes de empezar a trabajar siempre te ilusionas, al fin y al cabo has conseguido un trabajo, pero en cuanto empiezas a trabajar, rápidamente notas si tu trabajo y tu profesión coninciden o no tienen nada que ver.

Sí, esta es la clave del asunto, la profesión. Nos obsesionamos con el trabajo sin pensar en nuestra profesión, y al final lo único que conseguimos es una frustración laboral que acaba por fustrar la vida personal.

Sí, esa es la explicación de que ya no brille como antes.


Día 43
Autoestima. Esta es otra de las claves de la felicidad.

Se puede conseguir de muchas formas, si no se tiene y se necesita, claro. La puedes conseguir de tu vida personal, con tus relaciones con los demás. En mi caso es complicado establecer una relación de ese tipo, mis compañeras de trabajo tienen problemas muy similares a los míos, y creo que también buscan la solución en el trabajo. Al fin y al cabo, es a lo que más tiempo dedicamos a lo largo del día, especialmente en invierno.

Así pues, debemos alcanzar la autoestima desde nuestras relaciones con el trabajo. Aquí tengo que volver a hablar de la profesión, porque es la clave del problema. Si mi trabajo y mi profesión coinciden (podríamos meter la vocación por el medio, pero puede se excesivo para un trabajo como el mío), podré mejorar mi autoestima, puesto que me siento útil haciendo aquello para lo que me he preparado, haciendo aquello que me gusta.

Pero si mi trabajo no me gusta, si no me aporta nada, seguramente yo tampoco le aportaré nada, y esa es una causa importante de pérdida de autoestima, porque al final, la autoestima la proyectamos en los demás, y es así como los demás nos tratan. Y..., ¿por qué cuento todo esto aquí? Pues sencillamente porque mi autoestima está por los suelos. No me veo capaz de aguantar mucho más.

Ayer por la noche, sin ir más lejos, un borracho maloliente se me acercó y se me sentó al lado. Ésto, ya de por sí, te da una idea de la imagen que proyectas, de cuánto alumbras en general, ya que si alguien considera que tiene el estatus suficiente para acercarse es que te ve a su altura. ¿Aquel borracho apestoso pensó que yo era como él? No lo sé, siempre prefiero pensar que no, pero lo cierto es que se me sentó al lado, luego se me abrazó y acabó cantándome.


Día 46
Mi crisis de autoestima se agudiza. Esto va a peor, y no sé lo que aguantaré. Ayer, un perro que pasó por mi lado se me meó encima.

¿Es que ya no represento nada para nadie? Pues parece que no, creo que mi luz se apaga hasta límites insospechados, hasta pasar completamente desapercibida.


Día 47 
Ya no brillo con luz propia. Llevo varios días apagada, no consigo recuperarme, creo que es el fin.
 
 
 
[Fragmento extraído de "Diario de una farola"]

Tuesday, August 17, 2010

A stranger in my home. Capítulo I

Caminaba lentamente. No había casi nadie y en la estación reinaba un silencio sepulcral.

Aurelio era un hombre tranquilo. Como vigilante jurado se esperaba de él que todo estuviese en orden, al precio que fuese. Como persona, Aurelio nunca utilizaba la fuerza, y en raras ocasiones discutía. Siempre intentaba arreglar los problemas por la vía del diálogo.

Solía llegar al trabajo a las seis menos cuarto de la mañana, para que el cambio de turno se hiciese en condiciones. No le gustaba hacer esperar a sus compañeros, y, aunque le molestaba que lo hiciesen esperar a él al acabar su turno, nunca protestaba. Era una cuestión de carácter, había sido educado en la corrección y madurado en la rigidez de un colegio que no admitía contestaciones.

Aquella fría mañana de martes Aurelio estaba solo. Había hecho el cambio de turno a cinco minutos para las seis, pero su compañero no había llegado todavía. Ésto sin embargo no impidió que comenzase su ronda.

Lo primero que hizo fue echar un vistazo por los accesos secundarios de la estación, y comprobar que todo estaba en su sitio. Luego se fue caminando hacia el acceso principal a hacer lo propio. Por último empezó su paseo por los bancos de la sala central de la estación, que, en aquella época del año estaban habitados.

Se acercó al primer banco y, con suavidad y severidad avisó al inquilino que debía levantarse. Éste, en un estado de notable embriaguez hizo un gesto despectivo hacia Aurelio, quien siguió hacia el siguiente banco... "luego vuelvo a por éste", pensó.

En el segundo banco estaba Jasón, Aurelio lo conocía desde hacía poco tiempo, pero para él era una persona a respetar por encima de cualquier cosa. Jasón tenía algo que lo hacía diferente al resto de sinhogares que vivían, o que al menos dormían, en su estación de tren.

-Jasón, despierta, son ya las seis -dijo Aurelio.

Jasón estaba acostado en el banco, y tapado con una manta y un cartón reblandecido con la humedad de la lluvia de los últimos días. Dormía profundamente a pesar de la incomodidad de la cama y de la noche fresca que le llevó, una vez más, a buscar cobijo en la estación de tren, a buscar, o al menos así le gustaba a Jasón pensar que era, una cama en la casa de Aurelio.

La buena educacuión de Aurelio para con los sinhogar no era apreciada ni por sus compañeros, ni por muchos de los que dormían en los bancos de la estación. Por el contrario, Jasón era conscinte del buen trato que Aurelio le dispensaba desde que había empezado a dormir allí, hacía ya tres meses.

-Aurelio -contesto suavemente Jasón con voz entrecortada y somnolienta-, todas las mañanas pienso lo mismo cuando te veo: "hogar dulce hogar".

Aurelio se emocionó, no estaba acostumbarado a que apreciasen su forma de ser o de trabajar, y se quedó sin palabaras para contestar a los elogios de una persona a la que empezaba a apreciar por su sorprendente humanidad.

Pasaron unos segundos de silencio en la penumbra de la estación. Jasón abrió los ojos y contempló la cara de sorpresa de Aurelio, quien lo observaba fijamente. Increiblemente, ambos sintieron una fugaz sensación de cercanía, como si se conociesen hacía mucho tiempo.

-Cinco minutos, por favor -le pidió Jasón a Aurelio.

Aurelio sonrió, y por un momento sintió el instinto de acariciar el hombro de Jasón. Luego se irguió y continuó caminando, pensando en lo que le acababa de pasar, intentando explicarse a si mismo porque tenía aquellos sentimientos por una persona a la que no conocía prácticamente de nada.

Su conclusión fue clara: una aguja en un pajar. Para él, la buena educación de Jasón, o simplemente, el hecho de que Jasón no fuese maleducado con él, hacía que lo viese de una forma diferente. El resto lo hizo el paso del tiempo y la mente humana, que rápidamente construye un perfil en el que encajar a cada una de las perosnas a las que se conoce. La bondad, el humor, la generosidad y un sinfín de atributos que no conocemos se los asignamos a álguien a partir de un rasgo mínimo de su personalidad.

Mintras Aurelio se alejaba lentamente, Jasón apretó un poco más la manta contra su cuello, intentando disfrutar de los últimos minutos de calor de una mañana de un martes invernal.

Sintió que aquel era su hogar. Por un momento fue capaz de sentir que Aurelio era como una madre para él. Por un momento sintó estar en casa como nunca lo había sentido desde hacía más de tres años.

Luego su mente retrocedió a aquel 26 de noviembre en que se vida cambió para siempre.

A stranger in my home. Capítulo II (Final)

El 26 de noviembre de 2009 era domingo, un domingo más. Jasón había pasado el fin de semana fuera de casa, lejos de su pequeño apartamento, en el que vivía solo desde hacía un par de años.

Era aficionado al alpinismo, y se había ido con un par de amigos a pasar el fin de semana en un cerro en un pueblo a unos 300 kilómetros de su ciudad. El fin de semana había sido perfecto. El clima había sido muy bueno para dormir al raso y para pasarse todo el sábado escalando un pequeño pico que había en el cerro.

Jasón vivía solo desde que un par de años antes su pareja se muriera en un accidente de coche.

La noche del 3 de noviembre de 2007, la noche en que Juana se murió, su vida cambió por completo. Hasta entonces, Juana y Jasón habín sido una pareja muy feliz. Varios años de noviazgo commpartiendo piso y un amor que continuaba creciendo después de tanto tiempo eran el equipaje que Juana se llevó a la tumba con ella. Nada de aquel amor pudo quedarse en el interior de Jasón. Nada de todo lo vivido hasta entonces pudo ser retenido como un recuerdo, nada pudo permanecer alimentando el día a día de Jasón, ni siquiera se permitió el lujo de echarla de menos.

La injusticia que se llevó la vida de Juana hizo que Jasón decidiese convertirse en una persona sin sentimientos, hizo que la persona que era, con su capacidad de amar y ser amado, desapareciese para siempre en la profundidad del dolor por una pérdida que quiso olvidar desde el primer minuto.

Desde el día siguiente a la muerte de Juana, Jasón decidió cambiar de vida. Decidió mantener cerca a una parte de los amigos comunes, incluso mantuvo algunas aficiones, tanto personales como de grupo, pero hizo desaparecer una parte de si con intención de no volver a tenerla nunca jamás.

La capacidad de sentir, de amar a alguien, de necesitar a su pareja o de disfrutar con ella fueron algunas de las cosas que Jasón desterró como resultado de un razonamiento en torno a la muerte de Juana que le llevó a decidir vivir como una persona vacía.

Al dia siguiente de la muerte de Juana, y aprovechando los días de permiso que su empresa le dio, buscó un apartamento en el que vivir, en el que cambiar de vida, pudiendo así romper con los recuerdos y con los sentimientos que una vez poblaron su cabeza.

Tardó dos horas en encontrar un pequeño apartamento/estudio, con un salón-dormitorio, una cocina y un baño. Esa misma noche, al día siguiente de la muerte de Juana, Jasón dormía ya en su nuevo apartamento y empezaba su nueva vida, con su nueva personalidad carente artificialmente de necesidades afectivas. Sin ganas de amar ni de ser amado, sin necesidad de sentirse triste, sin la satisfacción de sentirse alegre.

El tiempo fue pasando, y Jasón centró su vida en su trabajo, en sus pocas aficiones, y en su apartamento. El apartamento fue el sustituto de Juana. En su afán por cambiar de vida y de romper con el pasado, Jasón pasó meses mirando muebles y decorando el apartamento a su gusto, con sus propias ideas y su propio trabajo. A pesar de lo pequeño que era, las horas que Jasón invirtió en él lo convirtieron, sin que el propio Jasón se diese cuenta, en su pasión.

Fue completamente ajeno a él, y casi una paradoja absurda, que en el intento de dejar atrás todo aquello que lo hacía humano, acabase por introducir en su vida una nueva pasión, a la que dedicaba horas y horas pensando, diseñando, construyendo e instalando.

Los meses pasaron, y el apartamento fue cogiendo forma. Vinilos, lamparas, pinturas, muebles, complementos de todo tipo... siempre había algo que hacer en el apartamento. Siempre había algo que cambiar, aunque solo llevase un par de semanas en casa.

Después de dos años centrado en el trabajo y en su vida en casa, en una casa diseñada a la medida de su imaginación, su vida empezó a resentirse. De repente empezó a notar que le faltaban ganas de hacer cosas. Por suerte, siguió manteniendo algunas de sus aficiones, entre ellas el alpinismo.

Aquel 26 de noviembre, domingo, Jasón llegó a casa a las diez de la noche. Habían ido al cerro en el coche de uno de sus amigos, así que a la vueta, éstos dejaron a Jasón en su casa y se marcharon.

La noche era ya cerrada, el alumbrado de una solitaria calle peatonal era el único compañero en el camino de Jasón desde el principio de la calle hasta su portal. Cuando llegó al portal, cargado con la mochila de la ropa, el saco de dormir y la mochila con todo el equipo de aplinismo que puede llevar un aficionado un fin de semana, dejó todo en el suelo y buscó la llave. Entró en el portal y pulsó el interruptor de la luz de la escalera. No funcionaba.

El edificio, una antigua casa de dos plantas rehabilitada en una calle peatonal del centro de la ciudad, estaba a menudo deshabitado. Era muy común que alguno o todos los vecinos de Jasón no estuviesen en casa a esa hora. En realidad, lo más extraño era que estuviesen todos, a pesar de ser solo cuatro vecinos.

Recogió el equipaje y subió al segundo, a su apartamento. Abrió la puerta y la oscuridad de la casa vacía se unió a la oscuridad del rellano. El ruido de la cerradura fue lo único que pudo romper el silencio del pequeño edificio.

De repente Jasón se sintió solo, vacío. De repente sintió que aquella no era su casa. Sin saber porqué, en cuanto abrió la puerta se sintió como un extraño en su propia casa. De alguna forma que no alcanzaba a comprender, desde la puerta de su apartamento, desde donde sin tan siquiera entrar se podía ver el salón-dormitorio, la cocina y la puerta del baño, todo aquello que se mostraba ante sus ojos era ahora extraño, no desconocido, pero sí ajeno.

Aquel pequeño estudio que durante tanto tiempo había sido la pasión de Jasón se convirtió en un instante en un conjunto de ladrillos y objetos decorativos, que no acababan de formar un hogar, que, sin saber porqué, no formaban parte de la vida de Jasón.

Y sin tampoco saber porqué, Jasón intentó encajar su casa en su cabeza, y se dio cuenta de que después de tanto tiempo, despues de tanto esfuerzo, y sobretodo, después de todo el cariño que él había puesto en cada uno de los rincones de lo que tendría que ser su hogar, no había logrado sentirse unido a una nueva vida. Se sentía un extraño en su propia casa, y, en cierto modo, se sentía un extraño en su propia vida.

Dejó todo, bajó y se fue corriendo a la estación del tren. Allí se subió al primer tren que salía y, después de viajar durante unas horas, se bajó en la primera estación que encontró cuando se despertó.

Thursday, August 12, 2010

All those fucking devices... Capítulo I

Samuel era un chico tímido, joven, introvertido, pero muy despierto. No era bueno en las relaciones sociales, no era ágil ni fluido en mantener el contacto con las personas, de hecho, él era de la opinión de que dichas relaciones no son necesarias. Pero al mismo tiempo, era especialmente hábil con la tecnología y todo ese mundo de electrónica de consumo. Le gustaba cacharrear sin objetivo alguno. No necesitaba ninguna excusa para instalar una nueva versión de un programa o actualizar la versión del sistema operativo de cualquiera de las máquinas que tenía en casa. Y no solo ordenadores: era un verdadero fan de cualquier dipositivo que tuviese firmware. En realidad, si los dispositivos eran útiles o no lo eran no era de su incumbencia. Para él, tener la última versión del firmware de la lavadora o de la "minipimer" era básico, aunque no cocinase o no lavase la ropa.

Aquel viernes estuvo actualizando el Ubuntu del equipo multimedia del salón, el que utilizaba para ver alguna película pirateada cuando no tenía nada mejor que hacer, lo cual no ocurría muy a menudo. Después de actualizar el disco multimedia le tocó al móvil. Como era lógico, Samuel no podía tener un simple dispositivo Motorola o Alcatel atados al firmware del fabricante. Samuel tenía un Htc con Android, el sistema operativo de Google.

Cuando terminó de actualizar el Htc, y armado con su nuevo interface que hacía los iconos 2 píxeles más grandes por cada lado, Samuel salió a la calle con idea de tomar un par de copas y reunirse con su novia en el Abi, un bar de copas que reunía gente joven desde 15 hasta 30 años.

Samuel vivía cerca del Abi, a unos quince minutos de paseo a paso tranquilo. Elena, su novia vivía un poco más lejos, y a veces, especialmente en invierno, cogía el 37 para no empaparse o pasar demasiado frío durante el camnio desde su casa al centro, donde estaba el Abi.

Aquel viernes, Elena fue en autobús, con Isa, su mejor amiga, y con Pepa y Sandra, sus dos amigas de fiestas y compañeras en el instituto. Elena se sentó con Isa, y sus dos amigas se sentaron justo detrás. Eran las 10 de la noche de un viernes y el autobús iba casi vacío.

-¿Sabes Isa? Creo que lo voy a hacer. Samuel y yo llevamos varios meses hablando de ello, y hemos estado a punto de dejarlo dos veces por culpa de eso. Creo que ya llegó la hora. Estoy cagada de miedo, creo que es un paso importante en nuestra relación, y, aunque no estoy segura al cien por cien, hoy voy a hacerlo -dijo Elena en voz baja.
-¿En serio? Por fín, me alegro mucho -respondió Isa-. Ya iba siendo hora. Eres la única virgen del grupo.
-Sí, lo sé, pero yo siempre he pensado que llegar virgen al matrimonio es importante para el buen funcionamiento de la pareja.
-Déjate de hostias. Es sólo sexo, no hay que darle más vueltas y disfrutar -le respondió Isa.
-Sí, así lo veo ahora. Hoy lo voy a hacer sea como sea.
-¿Sabes que haría yo ahora, Elena? Le mandaría un SMS a Samuel para calentarlo -añadió Isa.
-Pues tienes razón, voy a hacerlo. Hoy se acabó la vieja Elena.

Elena era considerada una mojigata por sus amigas, y eso no lo llevaba nada bien. A pesar de sus católicas ideas, con el tiempo acabó por adaptarse a lo que ella veía como "la vida moderna".

"Lo hcmos hoy xla nche", le dijo por SMS a Samuel.

Samuel, que estaba a un par de minutos del Abi sintió vibrar su móvil en el bolsillo, así que lo cogió, y en cuanto le dió a la tecla de "Abrir mensaje" la pantalla se puso completamente negra con un simple texto en la pantalla: "Core dump".

"Mierda", pensó Samuel, "ahora va a estar pegando petardazos cada dos por tres. Voy a volver a casa y voy a ver si hay algún parche de oregon83 que me arregle esto". Así que volvió a casa con idea de buscar un arreglo rápido para el Android y volver al Abi rápidamente. Se dió la vuelta y justo cuando iba a echar a correr hacia casa tropezó con un hombre joven que caminaba con la mirada fija en la pantalla de su móvil.

-Cuidado hombre -dijo Abel.
-Perdona, no te he visto -dijo Samuel.

All those fucking devices... Capitulo II

Abel tampoco había visto a Samuel caminar hacia él. Acababa de recibir un correo del responsable de sistemas de su empresa en el que le decía que un servidor importante estaba dando avisos de errores en el acceso a disco. Abel tenía 36 años, y era responsable de la infraestructura tecnológica de una pequeña empresa de distribución alimentaria. Tenía una Blackberry que le mantenía en constante comunicación con la empresa. Ya fuese vía correo, SMS o con una llamada telefónica, desde su empresa siempre podían localizarlo estuviese donde estuviese.

Abel era informático de profesión, pero no era un friki. Para él la tecnología tiene que estar al uso de las personas, y no al revés. Hacía unos meses que su jefe le había entregado una Blackberry, y desde entonces se sentía más atado al trabajo, y a menudo no era capaz de desengancharse del móvil. Últimamente empezaba a utilizarlo como si fuera un tamagochi, comprobando si había correo nuevo, mensajes o llamadas perdidas cada pocos minutos.

"Parece importante. Mantenme informado, porfa.", le escribió Abel a su compañero. Justo cuando le dió a la tecla de "Enviar" llegó a la puerta del Abi. Allí había quedado con los colegas para tomarse unas copas y pasar un buen rato. Para Abel, el Abi era un sitio de chavales, pero lo cierto es que el Abi seguía siendo para él "el sitio con las tías más cachondas".

Entró, pidió una copa y se quedó en la barra esperando que apareciesen los colegas. Aún era temprano. Sus amigos solían llegar hacia medianoche, después de haber estado tomando cervezas por la zona de vinos.

Mientras esperaba, una chica que, como él, parecía estar esperando a alguien en la barra, empezó a hablarle. "Está buena", pensó Abel. Así que se enganchó a la conversación. Y acabaron la copa y pidieron otra. Llegaron los amigos de él, y luego los de ella, pero ninguno de ambos grupos quiso interrumpir lo que parecía un buen rollo. Así fue. Bailaron y empezaron a tontear entre copa y copa.

En medio de la pista de baile, con el Abi a medio llenar, Abel sintió una vibración en el bolsillo trasero de su vaquero. Cogió el móvil y encontró un mensaje del trabajo: "Están fallando más servidores. Estamos revisándolo". A abel le dió un bajón momentáneo. No le duró mucho, solo hasta que su pareja de aquella noche lo apretó fuerte por la cintura y lo besó. Cuando aquel primer beso apasionado terminó, enrte las sonrisas de los amigos de ambos, ella le susurró "vámonos a mi casa".

"¡A la mierda los servidores!", pensó Abel.

Se besaron en la puerta de casa, y en el hall, y en el pasillo. Al llegar al salón ya no tenían abrigos ni chaquetas. Besos, caricias, abrazos, susurros.... Sobre la cama tumbados empezaron a quitarse la poca ropa que les quedaba y la pasión incendió aquellos cuerpos casi desnudos.

Dos vibraciones en el móvil de Abel hicieron que se desconcentrase momentáneamente. Pero una caricia pudo acallar al móvil más protestón.

Mientras hacían el amor el teléfono sonó. Ya no era un correo ni un SMS. Alguien llamaba, y seguramente para nada bueno.

-Dame sólo un segundo -susurró Abel en el oído de su pareja.

No volvió a decir una palabra más. Se vistió a toda prisa y se fue a intentar arreglar el desaguisado de los servidores y los discos. Era su jefe, amenzándole con el despido.

Su pareja de aqulla noche tampoco fue capaz de articular palabra.

Abel salió a la calle y empezó a caminar hacia su coche maldiciendo, con un cabreo monumental, incapaz de explicar su propio comportamiento.

Mientras esperaba en la Avenida J. Pérez para cruzar y subirse al coche pudo escuchar la conversación de dos jóvenes que pasaban a su lado, seguramente en dirección al Abi.

-PlanetLocate, se llama, solo lo hay para iPhone de momento, yo estoy esperando a que saquen la versión para Siemens -dijo Luis.
-Ya, ya veo -respondió Moisés-. Voy a ver si la bajo del AppStore.

All those fucking devices... Capítulo III (Final).

Moisés arrancó el navegador, se conectó a la web de Apple y en pocos segundos instaló el PlanetLocate en el móvil.

Ni Luis ni Moisés, veniteañeros de libro, tenían grandes preocupaciones. Por la semana ir a la facultad, aguantar algunas clases, una partidita de mús a media mañana, y por la tarde algo de chapa y a tomar cañas.

Su vida, aunque repetitiva, no era ni mucho menos aburrida. Los fines de semana siempre había alguna fiesta a la que unirse. Juergas sin final de las que se recuperaban el lunes por la mañana.

Moisés inció el PlanetLocate y al momento en la pantalla del iPhone le apareció un mapa de la zona en la que estaban, con unos cuantos iconos con cabezas de perfil repartidos por toda la pantalla. Eran usuarios de facebook que se encontraban en los alrededores, al igual que Moisés, con un móvil con GPS y su corespondiente cuenta de facebook.

-¡Esto es la hostia! -dijo Moisés.
-Si -respondió Luis-, y creo que tambien se pueden hacer búsquedas y filtros. Mira a ver...

Primero seleccionó "Filtrar". Luego desmarcó la opción "Todos los contactos" y empezó a restringir la busqueda de contactos:

-Edad entre 20 y 30 años...Intereses... música, religión, deporte,...¡Joder! ¿No hay gente normal en el facebook? ¡Ah, sí!, aquí: "relaciones sociales".
-Sí, sí, como mola -añadió Luis visiblemente emocionado.
-Aficiones..."Salir y conocer gente"...
-Sí, sí, sí, venga, dale ya...
-Calma Luis, sin prisa... Ahora lo más importante: género... mujer

Ya estaban a unos 20 metros del Abi.

-Y por último... "Mostrar foto en el mapa". ¡Esto es la hostia!

Actualizó el mapa y... "5 contactos, mostrando mapa" le puso el iPhone en la pantalla. Y así fue, en su iPhone aparecieron las fotos de cinco mujeres interesadas en las relaciones sociales y en concocer gente que se encontraban a pocos metros de donde ellos estaban, seguramente dentro del Abi. Y todas ellas con su correspondiente foto.

Entraron, se fueron a la barra del fondo y pidieron una copa. Moises sacó el móvil y empezó a buscar. Allí estaba, la primera de ellas, con aspecto rudo, pero bailando sensualmente.

Luis, que maldecía mentalmente su Siemens animaba a Moisés a entrar a matar. Moisés no necesitaba que le empujasen. Se acercó a la pista, empezó a bailar y a rondar a la mujer del iPhone.

Él éxito estaba casi garantizado. Empezaron a bailar cada vez más cerca, a bailar juntos, hasta empezar a rozarse con un cierto toque de ordinariez que convertía aquel baile en algo presexual.

Se fueron a casa de Moisés, y en menos de quince minutos ambos alcanzaron la gloria.

-Lo siento Moisés, tengo que irme, debo estar a las dos en casa.
-Bueno, vaya, ya hablaremos.

Moisés no cabía en sí de gozo. "Las dos de la mañana, ya he triunfado y sin complicaciones. ¿Y ahora?"

Volvió al Abi y la tarea empezó de nuevo. Luis ya no estaba, claro. Pero Moisés en aquel momento, y gracias al PlanetLocate, ya no necesitaba a Luis ni a nadie.

Entró en la aplicación por segunda vez: "4 contactos". Empezó a buscar caras en medio de las luces estroboscópicas del Abi y encontró a la segunda mujer de aquella noche. No bailaba, estaba apoyada en la pared. "No bebe y tiene aspecto modosito...¡qué morbo!", pensó Moisés.

Se acercó a ella. Parecía encontrarse en un estado de ánimo entre triste y cabreado. Sólo intercambiaron unas cuantas frases. No bailaron ni se rozaron. No hubo alcohol ni sonrisas ni necesidad de flirtear o rozarse, solo salieron y se fueron a casa de Moisés, que estaba realmente emocionado con todo lo que le estaba pasando aquella noche de éxitos.

Hubo sexo. Suave, inexperto, sin caricias y con poca pasión, pero sexo.

-Moisés, me alegro mucho de haber hecho esto. Es mi primera vez.
-¿Ah sí? Pues lo haces muy bien.
-La verdad es que tengo novio, y nunca lo he hecho con él. Hoy me había decidio a hacerlo, le mandé un mensaje para decirselo y quedar y ni siquiera ha aparecido. Lo he estado buscando en PlanetLocate y no lo veo. Supongo que es por tener la versión de Android. Él se lo pierde.
-Sí.

Wednesday, August 11, 2010

No pude ver a Coldplay por culpa de MAFO

Hace unas semanas compré unas entradas para ver a Coldplay (sí, hay cosas mejores, pero también las hay peores). A través de un servicio de ticketing online traté de comprar dos entradas para el concierto. Y digo traté poque la cosa no fue fácil.

En primer lugar, entré en la web del servicio de venta de entradas en línea (esto lo pongo para que no se enfade ningún nieto de Cervantes) e inicié una búsqueda de eventos por tipo, luego acoté por fecha, y finalmente por localidad. Una vez que encontré el concierto que quería inicié el proceso de compra. ¡Mierda!, hay que ser usuario registrado para comprar una entrada...."La madre que los parió, luego me freirán a emails", pensé.

Bueno, pues si hay que sufrir para ser feliz, sufriremos. Me di de alta desde el link (enlace, para los nietos de Cervantes) que me aparecía en la página de compra. Rellené un formulario más bien grandecito, luego entré en mi cuenta de correo para validar el alta y finalmente volví a la página de compra. ¡Horror!, tuve que empezar el proceso de nuevo, porque al hacer login la web me llevó a la página principal.

Eventos, fechas, localidad.... al fin lo encuentro por segunda vez, y re-inicio el proceso de compra. Llegado el momento introduzco los datos de la Visa y..."Intentando contactar con su banco, espere". La cosa va muy bien.

Segundos después... "Intentando contactar con su banco, espere", la cosa se complica.... Cuarenta segundos más tarde... "Intentando contactar con su banco, espere", la cosa va mal. Y finalmente... "Error conectando con su banco, inténtelo más tarde".

Yo, que soy un tío preparado y con estudios, pienso, y se me ocurre la idea genial: pagar con la Master. Así que le doy al botón de "atrás" en el navegador y...¡Ostias!, me lleva a la página principal (en ese momento empecé a pensar que Coldplay ya no me gustaba tanto, y comencé a tararear un temazo de Bisbal).

Eventos, fechas, localidad... Y re-re-inicio el proceso de compra. Llegado el momento clave, introduzco los datos de la Master... el numerito de 16 cifras, la fecha, el nombre y el CVV. Le doy la vuelta a la tarjeta... ¡Me cago en la ostia! Esta semi-borrado, solo se puede leer el primer dígito.

Estaba apunto de mandar a Chris Martin a tomar-por-culo cuando empezó a sonar el móvil: Alberto. Que si cascó una cadena que es la que inicia el proceso de la contabilidad, que fue un problema de espacio en disco, que deberíamos tener un procedimiento para bla, bla, bla. Y yo sin entradas.

El caso es que mientras Alberto me soltaba la chapa se me ocurrió mi segunda genial idea del día: pagar con la tarjeta de Alberto (y luego darle la pasta e él, claro, no vaya usted a pensar que uno...). Total, que 10 minutos más tarde, cuando Alberto terminó de revelarme su rollo, le dije que sí a todo, que me parecía muy bien, y le pedí los datos de su tarjeta, su tarjeta Master, claro, no la fueramos a cagar de nuevo.

Vamos bien. Le doy página atrás... ¡Mierda!, ya no me acordaba de que no se podía.... Empiezo de nuevo... eventos, fechas, localidad... re-re-re-inicio el proceso de compra (cada vez lo hago en menos tiempo), Alberto me va cantando los datos de su tarjeta y relleno el fomulario, le doy a aceptar y...... "Recoger entradas en centro Carrefour". ¡BIEN! ¡Lo conseguí!.

Ja, ja, ja, pobre infeliz... los problemas no habían hecho más que empezar.

Al día siguiente, todo ufano, me voy a la sección de viajes del Carrefour (no hay seccion de entradas, no es que me hubiese confundido o que tuviese necesidad de escapar), "Buenas, vengo a recoger unas entradas", digo con cierto recelo. Una chica con una gran sonrisa me responde: "Si, dígame su nombre, por favor".

"Parece que lo voy a conseguir", pensé. La chica se da la vuelta, busca las entradas, las saca de una carpeta y me dice: "Pagó usted con Master, ¿verdad?"

"Nos ha jodido", pensé. "Si, señorita", dije. "¿Me puede usted mostar la tarjeta, por favor?", me preguntó.

¡Me cago en la-hostia-puta, joder! No voy a seguir describiendo la conversación por respeto a la señorita, que, obviamente, no tiene la culpa de que algún zopenco definiese el procedimiento de venta de entradas dependiente del medio de pago. O sea, un burro pensó que identificarse con el DNI no vale para nada, sino que tienes que enseñar la tarjeta con la que hiciste la compra.

Y yo me pregunto, y si pago en efectivo, ¿tendré que ir acompañado de Fernandez Ordoñez para que certifique que él mismo imprimió los billetes personalmente?.

NOTA: Al final, Alberto recogió unas entradas que no estaban a su nombre. Paca Garse.

Monday, August 2, 2010

La paja en el ojo ajeno

Últimamente se habla mucho de la reforma laboral. Últimamente hablamos demasiado poco de la crisis, sí, he dicho bien, después de tres años en que los especuladores se han arruinado en favor de las grandes fortunas, en manos muchas veces de personas que dirigen las empresas de otros, la crisis ha dejado de ser tema de conversación.

Salvando las distancias, es como los atentados en Iraq o en Afganistán. Ha llegado un momento en que 50 muertos en un mercado a las afueras de Diwaniya hace vibrar nuestro tímpano mucho menos que la noticia de un Audi A8 fotografiado por un radar de la degeté en una autovía de Toledo a más de 200 kilómetros por hora.

El caso es que la crisis se ha convertido en un ruído de fondo, y después de ver como las listas del paro crecían durante los primeros meses de crisis con cientos de miles de presonas provinientes del mundo de la construcción, el número (que no la cifra, a pesar de los redactores de prensa) ha ido creciendo sin descanso (salvo, como siempre, por las contrataciones veraniegas) hasta colocarse en sus valores actuales de más de cuatro millones de personas en paro.

Pero, ¿de donde vienen esos parados? Los del principio está claro, de la construcción, pero, ¿y todos los demás? Pues no voy a responder a esta pregunta. El que lea esto seguro que puede poner varios ejemplos.

Lo que sí sé con seguridad es de donde no vienen esos parados: no vienen de la administración central, no vienen de las diputaciones, ni de los ayuntamientos. No son maestros ni profesores adscritos al ministerio de educación o similar, no, no son tampoco administrativos de las comunidades autónomas ni personal santiario de la Seguridad Social.

Todos estos (y muchos más) son unos egoistas que no han querido ayudarnos a los demás a conseguir ese gran número de parados españoles. Hemos tenido que hacerlo solos, nosotros los que trabajamos en empresas privadas.

Y una buena parte de esos egoistas los son por partida doble. Además de no colaborar en aumentar el número de parados, no quieren apretarse el cinturón. Ese colectivo que nunca "estará apuntado al paro" dice que no quiere perder un 5% de su sueldo para ayudar a capear la crisis. Ese colectivo se justifica diciendo que "siempre les toca a ellos". Y yo, como muchos españoles, me pregunto, ¿y por qué las crisis siempre llevan al paro a los mismos? ¿Por que no se despiden funcionarios para ajustar los presupuestos de la administración?

Friday, July 16, 2010

Fui de facebook una hora y cuarto

Que nadie piense que me gusta llamar la atención, ser distinto o "alternativo". Tampoco quiero que parezca que las nuevas tecnologias me sobrepasan, o que soy un poco "pureta" para usar facebook.

No, no es por ninguna de estas razones por lo que no soy de facebook (o de buzz, o de wave, o de... loquesea-punto-com). Recientemente se ha publicado una noticia que cuenta que facebook supera en visitas a Google en Estados Unidos. Y esto me ha llevado a hacerme una pregunta: "¿Por qué ser de facebook?". Es una pregunta interesante, pero creo que la respuesta no lo sería tanto. A mi modo de ver, la pregunta verdaderamente interesante es "¿Para qué ser de facebook?".

He de ser sincero. Fui de facebook una hora y cuarto. Hace unos seis meses, cuando la palabra facebook era mas frecuentemente utilizada en las conversaciones de la calle que la palabra crisis, no me pude resistir y me di de alta. Lo cierto es que me pudo la curiosidad, así que "me hice de facebook", y esto es lo que paso.

"Ah, esta bien, tiene un interface de usuario muy chulo", pensé... Los amigos, "el muro" (me costó entender para que sirve que otros escriban cosas en tu muro, o escribir en el muro de otro, pero conseguí entender su funcionamiento), el chat (me recordó mis tiempos de mIRC), las fotos ("¿Ya no hace falta flickr? ¡Qué guay!", pensé).

A los 15 minutos, después de navegar un rato por facebook para explorar las posibilidades que me ofrecía, me apareció un texto en la pantalla de un tal Daniel, que decia:

"Hola, que bueno, tú por aqui. Tenemos que quedar." Gracias a mi educacion de colegio de curas encontré la respuesta correcta para Daniel.

"Si", le contesté.

Inmediatamente fui a mis contactos para ver como era posible que Daniel X (por centrar el tema) supiese que yo me acababa de hacer de facebook, y nada más ver mi lista de contactos me quedé horrorizado. Teniendo clara la diferencia entre “amigo” y “conocido”, de repente me encontré con un montón de "desconocidos en mi lista de amigos". Un montón de personas, servicios de soporte y listas de distirbucion de correo pasaron a ser amigos míos.

Era tarde, estaba cansado, y mi mente se evadió imaginandome tomando una caña con listserv@mvssupport.com, unas copitas con atencionalcliente@samsung.es o un café (no podia ser de otra forma) con no_reply@nespresso.es. En definitiva, mis amigos de toda la vida.

Cuando mi mente volvió a la realidad recordé lo que me disponía a hacer antes de descubrir a mi nueva pandilla: buscar a Daniel X.

Pasé unas cuantas páginas y por fin lo encontré. No tenía foto. !Vaya por Dios! Me quedé como estaba... o peor. En realidad encontré a Daniel Z y a R Daniel, y no conseguí saber quien era ninguno de ellos. Eso me irritó conmigo mismo, ¿cómo podía tener un par de amigos Daniel y no conocer a ninguno?

Entonces fue cuando me entró lo que yo llamo “el espiritu facebook”, o sea, las ganas de comunicarse. En un impulso de comunicarme con la sociedad web (es lo que podriamos llamar un impulso 2.0), hice click en el chat y le escribí a Daniel, decidido a resolver el problema identitario que se me acababa de plantear cuando aun no llevaba ni media hora en facebook.

Y justo cuando iba a quedar fatal con una frase del tipo "oye, ¿tú que Daniel eres?", mi educación de Jesuitas afloró de nuevo y mis dedos, ignorando las órdenes de mi cerebro, escribieron: "Ok, ya hablaremos. Bye", y cerré el chat. Como odio el poco control que tengo sobre mi mismo.

Y en estos pensamientos estaba mientras dinavegaba por la web (es como navegar pero haciendo click sin rumbo fijo), cuando me di cuenta de que alguien ACABABA DE DEJARME UN MENSAJE EN EL MURO.

"Hola soy Ana."

“GRRRRLLLLL”, pensé, "la historia se repite".

Me fui a los contactos y encontré a mi hermana, con su respectiva foto (que no me sirvió de nada, ya que los apellidos por sí solos ya me resultaban familiares...), y otras dos Anas, una de ellas con foto, a las que, os lo prometo, no conocía de nada.

Decidí dejar los contactos y hacer algo útil.

Al cabo de 20 minutos dinavegando por facebook, encontré la respuesta a la pregunta en cuestión. "Facebook a mi no me sirve para nada". Así que llamé a mi amigo Jorge para quedar con él para charlar, y quedamos para tomar unas cañas.

Finalmente llegué a la conclusión de que lo que tenía que hacer era darme de baja inmediatamente en facebook. Y esto me disponía a hacer cuando el chat se abrió de nuevo.

“GRRRRLLLLL”, pensé de nuevo.

Abrí el chat. Era Daniel X.

“GRRRRLLLLL”, volví a pensar.

Lo peor fue el mensaje de Daniel: “Oye, perdona, creo que me he confundido de Julio”.

Me di de baja y me fui. Estuve charlando con Jorge, contándole una preocupación que tenía… Y nos tomamos unas cañas. Y llamamos a Alberto, que se unió al grupo. Y encontramos a Róber, y celebramos San Patricio, y charlamos largo y tendido de nuestras cosas.


NOTA: la no publicación de este pseudo-artículo es el que me divorció de Suite 101, ya que no se publicó por las siguientes razones: "Hola Julio, me veo en la obligación de poner off-line tu texto pues carece de información objetiva ya que sólo te limitas a contar tu experiencia en Facebook. Suite101 es una página de información, no de opinión. Además, carece de elementos básicos de un texto de Suite como los ladillos y los enlaces internos, por no mencionar las innumerables faltas de ortografía del texto o las palabras inventadas. Si replanteas el texto y cumples las normas de estilo de Suite no habrá ningún problema en volver a ponerlo on-line. Un saludo, Pablo López Herrero"

Wednesday, July 7, 2010

Si, un blog, ¿y que?

Para que sirve un blog. Es una pregunta que es mejor evitar responder, porque la respuesta no se puede acotar. He visto blogs de empresas donde se anuncian  productos y servicios de todo tipo. He visto blogs de asociaciones, de personas reflexivas, de personas extrovertidas e incluso de personas irreflexivas e introvertidas. ¿Por que escribir un blog? En el caso de empresas, asociaciones y demas entes jurídicos, y por lo tanto impersonales, el uso que se hace de los blogs tiene un marcado caracter divulgativo.


En el caso de las personas..., en el caso de las personas... ¡Quien sabe! Es una de las grandezas del ser humano, su unicidad. Cada persona tiene su propia motivación para escribr un blog. Exhibicionismo, divulgacion, vanidad, necesidad de comunicacion o ambicion podrian ser las 5 motivaciones principales que se me ocurren que alguien podría tener para escribir un blog.

Hace algún tiempo escribí algunos articulos con mas bien poca chicha para Suite 101 (¿Divulgación?, ¿Comunicación?).

He iniciado tambien un blog sobre cloud computing (¿vanidad?), que aun mantengo abierto. En este caso el blog tiene una doble funcion, se basa en una especie de simbiosis intrapersonal: tener que escribirlo me mantiene actualizado, y al mismo tiempo lo actualizo.

Lo cierto es que después de una breve relacion con Suite 101, un ligero desencuentro hizo que dejase de escribir, y con el tiempo empecé a echarlo de menos.

He descubierto que lo que produce escribir es muy similar a lo que produce el footing (al que le guste correr ya me entiende). Lo que generan este tipo de actividades es a la vez una sensacion de bienestar y una leve adiccion, que tiene su raíz en esa misma sensacion. Los fumadores seguramente tambien entiendan perfectamente de que estoy hablando.

Finalmente, ¿y para qué sirve un blog? Cada uno, ya sea lector o escritor encontrará su propia respuesta. Eso si, todas válidas, no hay patrones con los que medir.