Tuesday, August 17, 2010

A stranger in my home. Capítulo I

Caminaba lentamente. No había casi nadie y en la estación reinaba un silencio sepulcral.

Aurelio era un hombre tranquilo. Como vigilante jurado se esperaba de él que todo estuviese en orden, al precio que fuese. Como persona, Aurelio nunca utilizaba la fuerza, y en raras ocasiones discutía. Siempre intentaba arreglar los problemas por la vía del diálogo.

Solía llegar al trabajo a las seis menos cuarto de la mañana, para que el cambio de turno se hiciese en condiciones. No le gustaba hacer esperar a sus compañeros, y, aunque le molestaba que lo hiciesen esperar a él al acabar su turno, nunca protestaba. Era una cuestión de carácter, había sido educado en la corrección y madurado en la rigidez de un colegio que no admitía contestaciones.

Aquella fría mañana de martes Aurelio estaba solo. Había hecho el cambio de turno a cinco minutos para las seis, pero su compañero no había llegado todavía. Ésto sin embargo no impidió que comenzase su ronda.

Lo primero que hizo fue echar un vistazo por los accesos secundarios de la estación, y comprobar que todo estaba en su sitio. Luego se fue caminando hacia el acceso principal a hacer lo propio. Por último empezó su paseo por los bancos de la sala central de la estación, que, en aquella época del año estaban habitados.

Se acercó al primer banco y, con suavidad y severidad avisó al inquilino que debía levantarse. Éste, en un estado de notable embriaguez hizo un gesto despectivo hacia Aurelio, quien siguió hacia el siguiente banco... "luego vuelvo a por éste", pensó.

En el segundo banco estaba Jasón, Aurelio lo conocía desde hacía poco tiempo, pero para él era una persona a respetar por encima de cualquier cosa. Jasón tenía algo que lo hacía diferente al resto de sinhogares que vivían, o que al menos dormían, en su estación de tren.

-Jasón, despierta, son ya las seis -dijo Aurelio.

Jasón estaba acostado en el banco, y tapado con una manta y un cartón reblandecido con la humedad de la lluvia de los últimos días. Dormía profundamente a pesar de la incomodidad de la cama y de la noche fresca que le llevó, una vez más, a buscar cobijo en la estación de tren, a buscar, o al menos así le gustaba a Jasón pensar que era, una cama en la casa de Aurelio.

La buena educacuión de Aurelio para con los sinhogar no era apreciada ni por sus compañeros, ni por muchos de los que dormían en los bancos de la estación. Por el contrario, Jasón era conscinte del buen trato que Aurelio le dispensaba desde que había empezado a dormir allí, hacía ya tres meses.

-Aurelio -contesto suavemente Jasón con voz entrecortada y somnolienta-, todas las mañanas pienso lo mismo cuando te veo: "hogar dulce hogar".

Aurelio se emocionó, no estaba acostumbarado a que apreciasen su forma de ser o de trabajar, y se quedó sin palabaras para contestar a los elogios de una persona a la que empezaba a apreciar por su sorprendente humanidad.

Pasaron unos segundos de silencio en la penumbra de la estación. Jasón abrió los ojos y contempló la cara de sorpresa de Aurelio, quien lo observaba fijamente. Increiblemente, ambos sintieron una fugaz sensación de cercanía, como si se conociesen hacía mucho tiempo.

-Cinco minutos, por favor -le pidió Jasón a Aurelio.

Aurelio sonrió, y por un momento sintió el instinto de acariciar el hombro de Jasón. Luego se irguió y continuó caminando, pensando en lo que le acababa de pasar, intentando explicarse a si mismo porque tenía aquellos sentimientos por una persona a la que no conocía prácticamente de nada.

Su conclusión fue clara: una aguja en un pajar. Para él, la buena educación de Jasón, o simplemente, el hecho de que Jasón no fuese maleducado con él, hacía que lo viese de una forma diferente. El resto lo hizo el paso del tiempo y la mente humana, que rápidamente construye un perfil en el que encajar a cada una de las perosnas a las que se conoce. La bondad, el humor, la generosidad y un sinfín de atributos que no conocemos se los asignamos a álguien a partir de un rasgo mínimo de su personalidad.

Mintras Aurelio se alejaba lentamente, Jasón apretó un poco más la manta contra su cuello, intentando disfrutar de los últimos minutos de calor de una mañana de un martes invernal.

Sintió que aquel era su hogar. Por un momento fue capaz de sentir que Aurelio era como una madre para él. Por un momento sintó estar en casa como nunca lo había sentido desde hacía más de tres años.

Luego su mente retrocedió a aquel 26 de noviembre en que se vida cambió para siempre.

A stranger in my home. Capítulo II (Final)

El 26 de noviembre de 2009 era domingo, un domingo más. Jasón había pasado el fin de semana fuera de casa, lejos de su pequeño apartamento, en el que vivía solo desde hacía un par de años.

Era aficionado al alpinismo, y se había ido con un par de amigos a pasar el fin de semana en un cerro en un pueblo a unos 300 kilómetros de su ciudad. El fin de semana había sido perfecto. El clima había sido muy bueno para dormir al raso y para pasarse todo el sábado escalando un pequeño pico que había en el cerro.

Jasón vivía solo desde que un par de años antes su pareja se muriera en un accidente de coche.

La noche del 3 de noviembre de 2007, la noche en que Juana se murió, su vida cambió por completo. Hasta entonces, Juana y Jasón habín sido una pareja muy feliz. Varios años de noviazgo commpartiendo piso y un amor que continuaba creciendo después de tanto tiempo eran el equipaje que Juana se llevó a la tumba con ella. Nada de aquel amor pudo quedarse en el interior de Jasón. Nada de todo lo vivido hasta entonces pudo ser retenido como un recuerdo, nada pudo permanecer alimentando el día a día de Jasón, ni siquiera se permitió el lujo de echarla de menos.

La injusticia que se llevó la vida de Juana hizo que Jasón decidiese convertirse en una persona sin sentimientos, hizo que la persona que era, con su capacidad de amar y ser amado, desapareciese para siempre en la profundidad del dolor por una pérdida que quiso olvidar desde el primer minuto.

Desde el día siguiente a la muerte de Juana, Jasón decidió cambiar de vida. Decidió mantener cerca a una parte de los amigos comunes, incluso mantuvo algunas aficiones, tanto personales como de grupo, pero hizo desaparecer una parte de si con intención de no volver a tenerla nunca jamás.

La capacidad de sentir, de amar a alguien, de necesitar a su pareja o de disfrutar con ella fueron algunas de las cosas que Jasón desterró como resultado de un razonamiento en torno a la muerte de Juana que le llevó a decidir vivir como una persona vacía.

Al dia siguiente de la muerte de Juana, y aprovechando los días de permiso que su empresa le dio, buscó un apartamento en el que vivir, en el que cambiar de vida, pudiendo así romper con los recuerdos y con los sentimientos que una vez poblaron su cabeza.

Tardó dos horas en encontrar un pequeño apartamento/estudio, con un salón-dormitorio, una cocina y un baño. Esa misma noche, al día siguiente de la muerte de Juana, Jasón dormía ya en su nuevo apartamento y empezaba su nueva vida, con su nueva personalidad carente artificialmente de necesidades afectivas. Sin ganas de amar ni de ser amado, sin necesidad de sentirse triste, sin la satisfacción de sentirse alegre.

El tiempo fue pasando, y Jasón centró su vida en su trabajo, en sus pocas aficiones, y en su apartamento. El apartamento fue el sustituto de Juana. En su afán por cambiar de vida y de romper con el pasado, Jasón pasó meses mirando muebles y decorando el apartamento a su gusto, con sus propias ideas y su propio trabajo. A pesar de lo pequeño que era, las horas que Jasón invirtió en él lo convirtieron, sin que el propio Jasón se diese cuenta, en su pasión.

Fue completamente ajeno a él, y casi una paradoja absurda, que en el intento de dejar atrás todo aquello que lo hacía humano, acabase por introducir en su vida una nueva pasión, a la que dedicaba horas y horas pensando, diseñando, construyendo e instalando.

Los meses pasaron, y el apartamento fue cogiendo forma. Vinilos, lamparas, pinturas, muebles, complementos de todo tipo... siempre había algo que hacer en el apartamento. Siempre había algo que cambiar, aunque solo llevase un par de semanas en casa.

Después de dos años centrado en el trabajo y en su vida en casa, en una casa diseñada a la medida de su imaginación, su vida empezó a resentirse. De repente empezó a notar que le faltaban ganas de hacer cosas. Por suerte, siguió manteniendo algunas de sus aficiones, entre ellas el alpinismo.

Aquel 26 de noviembre, domingo, Jasón llegó a casa a las diez de la noche. Habían ido al cerro en el coche de uno de sus amigos, así que a la vueta, éstos dejaron a Jasón en su casa y se marcharon.

La noche era ya cerrada, el alumbrado de una solitaria calle peatonal era el único compañero en el camino de Jasón desde el principio de la calle hasta su portal. Cuando llegó al portal, cargado con la mochila de la ropa, el saco de dormir y la mochila con todo el equipo de aplinismo que puede llevar un aficionado un fin de semana, dejó todo en el suelo y buscó la llave. Entró en el portal y pulsó el interruptor de la luz de la escalera. No funcionaba.

El edificio, una antigua casa de dos plantas rehabilitada en una calle peatonal del centro de la ciudad, estaba a menudo deshabitado. Era muy común que alguno o todos los vecinos de Jasón no estuviesen en casa a esa hora. En realidad, lo más extraño era que estuviesen todos, a pesar de ser solo cuatro vecinos.

Recogió el equipaje y subió al segundo, a su apartamento. Abrió la puerta y la oscuridad de la casa vacía se unió a la oscuridad del rellano. El ruido de la cerradura fue lo único que pudo romper el silencio del pequeño edificio.

De repente Jasón se sintió solo, vacío. De repente sintió que aquella no era su casa. Sin saber porqué, en cuanto abrió la puerta se sintió como un extraño en su propia casa. De alguna forma que no alcanzaba a comprender, desde la puerta de su apartamento, desde donde sin tan siquiera entrar se podía ver el salón-dormitorio, la cocina y la puerta del baño, todo aquello que se mostraba ante sus ojos era ahora extraño, no desconocido, pero sí ajeno.

Aquel pequeño estudio que durante tanto tiempo había sido la pasión de Jasón se convirtió en un instante en un conjunto de ladrillos y objetos decorativos, que no acababan de formar un hogar, que, sin saber porqué, no formaban parte de la vida de Jasón.

Y sin tampoco saber porqué, Jasón intentó encajar su casa en su cabeza, y se dio cuenta de que después de tanto tiempo, despues de tanto esfuerzo, y sobretodo, después de todo el cariño que él había puesto en cada uno de los rincones de lo que tendría que ser su hogar, no había logrado sentirse unido a una nueva vida. Se sentía un extraño en su propia casa, y, en cierto modo, se sentía un extraño en su propia vida.

Dejó todo, bajó y se fue corriendo a la estación del tren. Allí se subió al primer tren que salía y, después de viajar durante unas horas, se bajó en la primera estación que encontró cuando se despertó.

Thursday, August 12, 2010

All those fucking devices... Capítulo I

Samuel era un chico tímido, joven, introvertido, pero muy despierto. No era bueno en las relaciones sociales, no era ágil ni fluido en mantener el contacto con las personas, de hecho, él era de la opinión de que dichas relaciones no son necesarias. Pero al mismo tiempo, era especialmente hábil con la tecnología y todo ese mundo de electrónica de consumo. Le gustaba cacharrear sin objetivo alguno. No necesitaba ninguna excusa para instalar una nueva versión de un programa o actualizar la versión del sistema operativo de cualquiera de las máquinas que tenía en casa. Y no solo ordenadores: era un verdadero fan de cualquier dipositivo que tuviese firmware. En realidad, si los dispositivos eran útiles o no lo eran no era de su incumbencia. Para él, tener la última versión del firmware de la lavadora o de la "minipimer" era básico, aunque no cocinase o no lavase la ropa.

Aquel viernes estuvo actualizando el Ubuntu del equipo multimedia del salón, el que utilizaba para ver alguna película pirateada cuando no tenía nada mejor que hacer, lo cual no ocurría muy a menudo. Después de actualizar el disco multimedia le tocó al móvil. Como era lógico, Samuel no podía tener un simple dispositivo Motorola o Alcatel atados al firmware del fabricante. Samuel tenía un Htc con Android, el sistema operativo de Google.

Cuando terminó de actualizar el Htc, y armado con su nuevo interface que hacía los iconos 2 píxeles más grandes por cada lado, Samuel salió a la calle con idea de tomar un par de copas y reunirse con su novia en el Abi, un bar de copas que reunía gente joven desde 15 hasta 30 años.

Samuel vivía cerca del Abi, a unos quince minutos de paseo a paso tranquilo. Elena, su novia vivía un poco más lejos, y a veces, especialmente en invierno, cogía el 37 para no empaparse o pasar demasiado frío durante el camnio desde su casa al centro, donde estaba el Abi.

Aquel viernes, Elena fue en autobús, con Isa, su mejor amiga, y con Pepa y Sandra, sus dos amigas de fiestas y compañeras en el instituto. Elena se sentó con Isa, y sus dos amigas se sentaron justo detrás. Eran las 10 de la noche de un viernes y el autobús iba casi vacío.

-¿Sabes Isa? Creo que lo voy a hacer. Samuel y yo llevamos varios meses hablando de ello, y hemos estado a punto de dejarlo dos veces por culpa de eso. Creo que ya llegó la hora. Estoy cagada de miedo, creo que es un paso importante en nuestra relación, y, aunque no estoy segura al cien por cien, hoy voy a hacerlo -dijo Elena en voz baja.
-¿En serio? Por fín, me alegro mucho -respondió Isa-. Ya iba siendo hora. Eres la única virgen del grupo.
-Sí, lo sé, pero yo siempre he pensado que llegar virgen al matrimonio es importante para el buen funcionamiento de la pareja.
-Déjate de hostias. Es sólo sexo, no hay que darle más vueltas y disfrutar -le respondió Isa.
-Sí, así lo veo ahora. Hoy lo voy a hacer sea como sea.
-¿Sabes que haría yo ahora, Elena? Le mandaría un SMS a Samuel para calentarlo -añadió Isa.
-Pues tienes razón, voy a hacerlo. Hoy se acabó la vieja Elena.

Elena era considerada una mojigata por sus amigas, y eso no lo llevaba nada bien. A pesar de sus católicas ideas, con el tiempo acabó por adaptarse a lo que ella veía como "la vida moderna".

"Lo hcmos hoy xla nche", le dijo por SMS a Samuel.

Samuel, que estaba a un par de minutos del Abi sintió vibrar su móvil en el bolsillo, así que lo cogió, y en cuanto le dió a la tecla de "Abrir mensaje" la pantalla se puso completamente negra con un simple texto en la pantalla: "Core dump".

"Mierda", pensó Samuel, "ahora va a estar pegando petardazos cada dos por tres. Voy a volver a casa y voy a ver si hay algún parche de oregon83 que me arregle esto". Así que volvió a casa con idea de buscar un arreglo rápido para el Android y volver al Abi rápidamente. Se dió la vuelta y justo cuando iba a echar a correr hacia casa tropezó con un hombre joven que caminaba con la mirada fija en la pantalla de su móvil.

-Cuidado hombre -dijo Abel.
-Perdona, no te he visto -dijo Samuel.

All those fucking devices... Capitulo II

Abel tampoco había visto a Samuel caminar hacia él. Acababa de recibir un correo del responsable de sistemas de su empresa en el que le decía que un servidor importante estaba dando avisos de errores en el acceso a disco. Abel tenía 36 años, y era responsable de la infraestructura tecnológica de una pequeña empresa de distribución alimentaria. Tenía una Blackberry que le mantenía en constante comunicación con la empresa. Ya fuese vía correo, SMS o con una llamada telefónica, desde su empresa siempre podían localizarlo estuviese donde estuviese.

Abel era informático de profesión, pero no era un friki. Para él la tecnología tiene que estar al uso de las personas, y no al revés. Hacía unos meses que su jefe le había entregado una Blackberry, y desde entonces se sentía más atado al trabajo, y a menudo no era capaz de desengancharse del móvil. Últimamente empezaba a utilizarlo como si fuera un tamagochi, comprobando si había correo nuevo, mensajes o llamadas perdidas cada pocos minutos.

"Parece importante. Mantenme informado, porfa.", le escribió Abel a su compañero. Justo cuando le dió a la tecla de "Enviar" llegó a la puerta del Abi. Allí había quedado con los colegas para tomarse unas copas y pasar un buen rato. Para Abel, el Abi era un sitio de chavales, pero lo cierto es que el Abi seguía siendo para él "el sitio con las tías más cachondas".

Entró, pidió una copa y se quedó en la barra esperando que apareciesen los colegas. Aún era temprano. Sus amigos solían llegar hacia medianoche, después de haber estado tomando cervezas por la zona de vinos.

Mientras esperaba, una chica que, como él, parecía estar esperando a alguien en la barra, empezó a hablarle. "Está buena", pensó Abel. Así que se enganchó a la conversación. Y acabaron la copa y pidieron otra. Llegaron los amigos de él, y luego los de ella, pero ninguno de ambos grupos quiso interrumpir lo que parecía un buen rollo. Así fue. Bailaron y empezaron a tontear entre copa y copa.

En medio de la pista de baile, con el Abi a medio llenar, Abel sintió una vibración en el bolsillo trasero de su vaquero. Cogió el móvil y encontró un mensaje del trabajo: "Están fallando más servidores. Estamos revisándolo". A abel le dió un bajón momentáneo. No le duró mucho, solo hasta que su pareja de aquella noche lo apretó fuerte por la cintura y lo besó. Cuando aquel primer beso apasionado terminó, enrte las sonrisas de los amigos de ambos, ella le susurró "vámonos a mi casa".

"¡A la mierda los servidores!", pensó Abel.

Se besaron en la puerta de casa, y en el hall, y en el pasillo. Al llegar al salón ya no tenían abrigos ni chaquetas. Besos, caricias, abrazos, susurros.... Sobre la cama tumbados empezaron a quitarse la poca ropa que les quedaba y la pasión incendió aquellos cuerpos casi desnudos.

Dos vibraciones en el móvil de Abel hicieron que se desconcentrase momentáneamente. Pero una caricia pudo acallar al móvil más protestón.

Mientras hacían el amor el teléfono sonó. Ya no era un correo ni un SMS. Alguien llamaba, y seguramente para nada bueno.

-Dame sólo un segundo -susurró Abel en el oído de su pareja.

No volvió a decir una palabra más. Se vistió a toda prisa y se fue a intentar arreglar el desaguisado de los servidores y los discos. Era su jefe, amenzándole con el despido.

Su pareja de aqulla noche tampoco fue capaz de articular palabra.

Abel salió a la calle y empezó a caminar hacia su coche maldiciendo, con un cabreo monumental, incapaz de explicar su propio comportamiento.

Mientras esperaba en la Avenida J. Pérez para cruzar y subirse al coche pudo escuchar la conversación de dos jóvenes que pasaban a su lado, seguramente en dirección al Abi.

-PlanetLocate, se llama, solo lo hay para iPhone de momento, yo estoy esperando a que saquen la versión para Siemens -dijo Luis.
-Ya, ya veo -respondió Moisés-. Voy a ver si la bajo del AppStore.

All those fucking devices... Capítulo III (Final).

Moisés arrancó el navegador, se conectó a la web de Apple y en pocos segundos instaló el PlanetLocate en el móvil.

Ni Luis ni Moisés, veniteañeros de libro, tenían grandes preocupaciones. Por la semana ir a la facultad, aguantar algunas clases, una partidita de mús a media mañana, y por la tarde algo de chapa y a tomar cañas.

Su vida, aunque repetitiva, no era ni mucho menos aburrida. Los fines de semana siempre había alguna fiesta a la que unirse. Juergas sin final de las que se recuperaban el lunes por la mañana.

Moisés inció el PlanetLocate y al momento en la pantalla del iPhone le apareció un mapa de la zona en la que estaban, con unos cuantos iconos con cabezas de perfil repartidos por toda la pantalla. Eran usuarios de facebook que se encontraban en los alrededores, al igual que Moisés, con un móvil con GPS y su corespondiente cuenta de facebook.

-¡Esto es la hostia! -dijo Moisés.
-Si -respondió Luis-, y creo que tambien se pueden hacer búsquedas y filtros. Mira a ver...

Primero seleccionó "Filtrar". Luego desmarcó la opción "Todos los contactos" y empezó a restringir la busqueda de contactos:

-Edad entre 20 y 30 años...Intereses... música, religión, deporte,...¡Joder! ¿No hay gente normal en el facebook? ¡Ah, sí!, aquí: "relaciones sociales".
-Sí, sí, como mola -añadió Luis visiblemente emocionado.
-Aficiones..."Salir y conocer gente"...
-Sí, sí, sí, venga, dale ya...
-Calma Luis, sin prisa... Ahora lo más importante: género... mujer

Ya estaban a unos 20 metros del Abi.

-Y por último... "Mostrar foto en el mapa". ¡Esto es la hostia!

Actualizó el mapa y... "5 contactos, mostrando mapa" le puso el iPhone en la pantalla. Y así fue, en su iPhone aparecieron las fotos de cinco mujeres interesadas en las relaciones sociales y en concocer gente que se encontraban a pocos metros de donde ellos estaban, seguramente dentro del Abi. Y todas ellas con su correspondiente foto.

Entraron, se fueron a la barra del fondo y pidieron una copa. Moises sacó el móvil y empezó a buscar. Allí estaba, la primera de ellas, con aspecto rudo, pero bailando sensualmente.

Luis, que maldecía mentalmente su Siemens animaba a Moisés a entrar a matar. Moisés no necesitaba que le empujasen. Se acercó a la pista, empezó a bailar y a rondar a la mujer del iPhone.

Él éxito estaba casi garantizado. Empezaron a bailar cada vez más cerca, a bailar juntos, hasta empezar a rozarse con un cierto toque de ordinariez que convertía aquel baile en algo presexual.

Se fueron a casa de Moisés, y en menos de quince minutos ambos alcanzaron la gloria.

-Lo siento Moisés, tengo que irme, debo estar a las dos en casa.
-Bueno, vaya, ya hablaremos.

Moisés no cabía en sí de gozo. "Las dos de la mañana, ya he triunfado y sin complicaciones. ¿Y ahora?"

Volvió al Abi y la tarea empezó de nuevo. Luis ya no estaba, claro. Pero Moisés en aquel momento, y gracias al PlanetLocate, ya no necesitaba a Luis ni a nadie.

Entró en la aplicación por segunda vez: "4 contactos". Empezó a buscar caras en medio de las luces estroboscópicas del Abi y encontró a la segunda mujer de aquella noche. No bailaba, estaba apoyada en la pared. "No bebe y tiene aspecto modosito...¡qué morbo!", pensó Moisés.

Se acercó a ella. Parecía encontrarse en un estado de ánimo entre triste y cabreado. Sólo intercambiaron unas cuantas frases. No bailaron ni se rozaron. No hubo alcohol ni sonrisas ni necesidad de flirtear o rozarse, solo salieron y se fueron a casa de Moisés, que estaba realmente emocionado con todo lo que le estaba pasando aquella noche de éxitos.

Hubo sexo. Suave, inexperto, sin caricias y con poca pasión, pero sexo.

-Moisés, me alegro mucho de haber hecho esto. Es mi primera vez.
-¿Ah sí? Pues lo haces muy bien.
-La verdad es que tengo novio, y nunca lo he hecho con él. Hoy me había decidio a hacerlo, le mandé un mensaje para decirselo y quedar y ni siquiera ha aparecido. Lo he estado buscando en PlanetLocate y no lo veo. Supongo que es por tener la versión de Android. Él se lo pierde.
-Sí.

Wednesday, August 11, 2010

No pude ver a Coldplay por culpa de MAFO

Hace unas semanas compré unas entradas para ver a Coldplay (sí, hay cosas mejores, pero también las hay peores). A través de un servicio de ticketing online traté de comprar dos entradas para el concierto. Y digo traté poque la cosa no fue fácil.

En primer lugar, entré en la web del servicio de venta de entradas en línea (esto lo pongo para que no se enfade ningún nieto de Cervantes) e inicié una búsqueda de eventos por tipo, luego acoté por fecha, y finalmente por localidad. Una vez que encontré el concierto que quería inicié el proceso de compra. ¡Mierda!, hay que ser usuario registrado para comprar una entrada...."La madre que los parió, luego me freirán a emails", pensé.

Bueno, pues si hay que sufrir para ser feliz, sufriremos. Me di de alta desde el link (enlace, para los nietos de Cervantes) que me aparecía en la página de compra. Rellené un formulario más bien grandecito, luego entré en mi cuenta de correo para validar el alta y finalmente volví a la página de compra. ¡Horror!, tuve que empezar el proceso de nuevo, porque al hacer login la web me llevó a la página principal.

Eventos, fechas, localidad.... al fin lo encuentro por segunda vez, y re-inicio el proceso de compra. Llegado el momento introduzco los datos de la Visa y..."Intentando contactar con su banco, espere". La cosa va muy bien.

Segundos después... "Intentando contactar con su banco, espere", la cosa se complica.... Cuarenta segundos más tarde... "Intentando contactar con su banco, espere", la cosa va mal. Y finalmente... "Error conectando con su banco, inténtelo más tarde".

Yo, que soy un tío preparado y con estudios, pienso, y se me ocurre la idea genial: pagar con la Master. Así que le doy al botón de "atrás" en el navegador y...¡Ostias!, me lleva a la página principal (en ese momento empecé a pensar que Coldplay ya no me gustaba tanto, y comencé a tararear un temazo de Bisbal).

Eventos, fechas, localidad... Y re-re-inicio el proceso de compra. Llegado el momento clave, introduzco los datos de la Master... el numerito de 16 cifras, la fecha, el nombre y el CVV. Le doy la vuelta a la tarjeta... ¡Me cago en la ostia! Esta semi-borrado, solo se puede leer el primer dígito.

Estaba apunto de mandar a Chris Martin a tomar-por-culo cuando empezó a sonar el móvil: Alberto. Que si cascó una cadena que es la que inicia el proceso de la contabilidad, que fue un problema de espacio en disco, que deberíamos tener un procedimiento para bla, bla, bla. Y yo sin entradas.

El caso es que mientras Alberto me soltaba la chapa se me ocurrió mi segunda genial idea del día: pagar con la tarjeta de Alberto (y luego darle la pasta e él, claro, no vaya usted a pensar que uno...). Total, que 10 minutos más tarde, cuando Alberto terminó de revelarme su rollo, le dije que sí a todo, que me parecía muy bien, y le pedí los datos de su tarjeta, su tarjeta Master, claro, no la fueramos a cagar de nuevo.

Vamos bien. Le doy página atrás... ¡Mierda!, ya no me acordaba de que no se podía.... Empiezo de nuevo... eventos, fechas, localidad... re-re-re-inicio el proceso de compra (cada vez lo hago en menos tiempo), Alberto me va cantando los datos de su tarjeta y relleno el fomulario, le doy a aceptar y...... "Recoger entradas en centro Carrefour". ¡BIEN! ¡Lo conseguí!.

Ja, ja, ja, pobre infeliz... los problemas no habían hecho más que empezar.

Al día siguiente, todo ufano, me voy a la sección de viajes del Carrefour (no hay seccion de entradas, no es que me hubiese confundido o que tuviese necesidad de escapar), "Buenas, vengo a recoger unas entradas", digo con cierto recelo. Una chica con una gran sonrisa me responde: "Si, dígame su nombre, por favor".

"Parece que lo voy a conseguir", pensé. La chica se da la vuelta, busca las entradas, las saca de una carpeta y me dice: "Pagó usted con Master, ¿verdad?"

"Nos ha jodido", pensé. "Si, señorita", dije. "¿Me puede usted mostar la tarjeta, por favor?", me preguntó.

¡Me cago en la-hostia-puta, joder! No voy a seguir describiendo la conversación por respeto a la señorita, que, obviamente, no tiene la culpa de que algún zopenco definiese el procedimiento de venta de entradas dependiente del medio de pago. O sea, un burro pensó que identificarse con el DNI no vale para nada, sino que tienes que enseñar la tarjeta con la que hiciste la compra.

Y yo me pregunto, y si pago en efectivo, ¿tendré que ir acompañado de Fernandez Ordoñez para que certifique que él mismo imprimió los billetes personalmente?.

NOTA: Al final, Alberto recogió unas entradas que no estaban a su nombre. Paca Garse.

Monday, August 2, 2010

La paja en el ojo ajeno

Últimamente se habla mucho de la reforma laboral. Últimamente hablamos demasiado poco de la crisis, sí, he dicho bien, después de tres años en que los especuladores se han arruinado en favor de las grandes fortunas, en manos muchas veces de personas que dirigen las empresas de otros, la crisis ha dejado de ser tema de conversación.

Salvando las distancias, es como los atentados en Iraq o en Afganistán. Ha llegado un momento en que 50 muertos en un mercado a las afueras de Diwaniya hace vibrar nuestro tímpano mucho menos que la noticia de un Audi A8 fotografiado por un radar de la degeté en una autovía de Toledo a más de 200 kilómetros por hora.

El caso es que la crisis se ha convertido en un ruído de fondo, y después de ver como las listas del paro crecían durante los primeros meses de crisis con cientos de miles de presonas provinientes del mundo de la construcción, el número (que no la cifra, a pesar de los redactores de prensa) ha ido creciendo sin descanso (salvo, como siempre, por las contrataciones veraniegas) hasta colocarse en sus valores actuales de más de cuatro millones de personas en paro.

Pero, ¿de donde vienen esos parados? Los del principio está claro, de la construcción, pero, ¿y todos los demás? Pues no voy a responder a esta pregunta. El que lea esto seguro que puede poner varios ejemplos.

Lo que sí sé con seguridad es de donde no vienen esos parados: no vienen de la administración central, no vienen de las diputaciones, ni de los ayuntamientos. No son maestros ni profesores adscritos al ministerio de educación o similar, no, no son tampoco administrativos de las comunidades autónomas ni personal santiario de la Seguridad Social.

Todos estos (y muchos más) son unos egoistas que no han querido ayudarnos a los demás a conseguir ese gran número de parados españoles. Hemos tenido que hacerlo solos, nosotros los que trabajamos en empresas privadas.

Y una buena parte de esos egoistas los son por partida doble. Además de no colaborar en aumentar el número de parados, no quieren apretarse el cinturón. Ese colectivo que nunca "estará apuntado al paro" dice que no quiere perder un 5% de su sueldo para ayudar a capear la crisis. Ese colectivo se justifica diciendo que "siempre les toca a ellos". Y yo, como muchos españoles, me pregunto, ¿y por qué las crisis siempre llevan al paro a los mismos? ¿Por que no se despiden funcionarios para ajustar los presupuestos de la administración?