Friday, February 21, 2020

Parallel lifes. Sample 3 (II)

«No sé qué te pasa. ¿Por qué estás así? ¿He hecho algo mal?».


—¿No lo encuentras? —dijo Laura alzando la voz—. Debería estar en la mesilla de noche, o sobre la cama.

—Sí, sí, lo tengo —dijo Daniel caminando hacia el sofá—. ¿En qué capítulo íbamos?

«La verdad es que no me importa, solo con oír tu voz soy la mujer más feliz del mundo».

—Aquí tengo el marcapáginas, capítulo catorce. ¿Leo?

«Claro, mi amor».

—Sí, por favor.

Daniel comenzó a leer, como hacía una o dos veces por semana desde que Laura había vuelto a casa después del accidente. Entre las actividades que la ONG con la que colaboraba Daniel, estaba la de ayudar a gente con problemas, aunque solo fuese charlando o leyendo o ayudándole con las cosas de casa. Al igual que le pasaba a Laura, las personas ciegas que todavía no habían conseguido hacerse con el Braille agradecían mucho una ayuda como aquella.

Daniel trató de concentrarse en la lectura y alejar de su mente la preocupación que le impedía tratar a Laura con naturalidad, como hacia sin problema alguno con las otras personas a las que ayudaba.

—Perdona, Daniel. ¿Te importa preparar un café?

«Creo que es mejor que no leamos hoy, tienes que contarme qué te pasa».

—Sí, claro. ¿Solo descafeinado? Sino luego te costará dormir.

—Eso es. Aquí te espero, no me moveré…

Laura seguía intentando distender la situación y distraer la atención de Daniel con la logística cotidiana, el libro, el café…, trataba de que se relajase un poco y bajase aquella defensa que le impedía hablar. Trataba de romper su acuerdo tácito, quería que él le hablase de sus problemas, aunque solo fuese aquel día. Necesitaba escucharlo, aunque nunca más volviesen a tratar el tema.

«Yo no tengo fuerzas para decírtelo, y menos si en la cabeza tienes otras cosas. ¿Tienes a otra persona en tu cabeza? ¿Tienes pareja y no sabes cómo decírmelo?».

Daniel volvió con el café y, completamente en silencio se sentó nuevamente frente a Laura, que mantenía la silla de ruedas inmóvil. Cogió la mano de Laura y le entregó el café un sumo cuidado.
Ella lo acercó a sus labios y sorbió lentamente y en completo silencio. Él dejó escapar unas cuantas lágrimas sin decir la más mínima palabra, ya no podía contener aquel sentimiento de tristeza infinita que lo acompañaba desde hacía ya unos cuantos días.

«Así que no quieres contarme que te pasa. Yo solo quiero ayudarte… En realidad, solo quiero quererte, solo quiero que tú y yo seamos uno… Si tuviera el valor de contarte todo lo que siento, si pudiera decirte que tú eres lo mejor que me ha pasado en esta vida… Si fuese capaz de hacerte entender que el accidente ha sido lo que me ha traído hasta este momento y que ha sido la única forma llegar a ti, el hombre al que amo…».

El silencio, ahora más triste que incómodo, continuó hasta que finalmente Daniel, entre aquellas lágrimas invisibles para Laura, consiguió explicar que su empresa lo acababa de trasladar y la semana siguiente empezaría a trabajar en un nuevo proyecto a más de mil kilómetros de allí.

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